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Manuel Jesús Roldán

        Svetlana tenía dos graves problemas en la cama. A pesar de sus medidas de infarto, de su sensual cabellera rubia, de la rotundez de sus pechos y de la infinitud de sus piernas. Los hombres morían ante ella. Y con ella. Vestida y desnuda. Un manjar para disfrutar, le dijeron en más de una ocasión…

El primero de sus problemas en el lecho venía, cómo no, de su impronunciable nombre. Que un hombre te acaricie o te arañe la espalda mientras grita con voz entrecortada tu nombre equivocado no deja de ser anecdótico, aunque sea incómodo: ¡así Svet!, ¡más Tlani!, ¡así sí, Petlana!; ¡sigue así Vegana! o ¡por ahí, Esveti!… Para salir corriendo.

Esta noche no ha sido necesario con el caballero de turno. Delicado pero atrevido. Cortés y bien dotado. Amante de la naturalidad, me ha dicho, y enemigo de siliconas y de bolas prefabricadas. Por ahí empezó a ganarme. Y ha sabido pronunciar mi nombre. Cuando llegó el momento de empujar, empujó, vaya si lo hizo… Ningún reparo.

Quedaba la prueba de fuego. El segundo de mis problemas es posterior al acto. Una rareza mía, lo sé. Entiendo que otras mujeres lancen el último gemido en la cama y opten por dormir. Las hay que fuman el último cigarro. Campeonas existen que toman fuerzas en poco tiempo para un segundo asalto. Muy frecuente es querer tomar una copa para reponer fuerzas, y hasta hay quien opta por drogas de todo tipo. Para gustos colores. Hay quien calla, quien habla, quien filosofa y quien duerme…

Libro «Palabras como Labios» Autor Manuel Jesús Roldán

Lo mío es diferente. Lo pienso ahora mismo, con una simple blusa sobre mis caderas desnudas y sobre mis pechos aún excitados. Acaba el acto y necesito probar el manjar. Una buena tapa de ensaladilla rusa. De mi tierra, que nadie me engañe. Sin aditamentos ni experimentos: ingredientes tradicionales y puñado de picos. Bien fría. Gustosa al paladar. Tomo el primer bocado y nace el deseo de acariciar mi cuerpo. Repito. Empujo con el pico. Me excito. Mayonesa generosa sin dosificador. Melva bien despachada, como el caballero. Picos crujientes. La devoro. Para mí. Sin contemplaciones. Egoísta. Onanista…

Oigo al caballero pronunciar mi nombre desde la habitación. Sin equivocarse. Me pide. Me suplica. Implora.

–              ¡Svetlana, cariño, déjame algo! ¡Aunque sea un pico! ¡Para empujar…!

No me cabe duda. Entiende mi placer prohibido. Entiende mi pasión.  Conoce el secreto del necesario pico de la ensaladilla. Mi egoísmo oculto me susurra que es sólo para mí…

Ya le diré que empuje.

Manuel Jesús Roldán
@manuroldansal
Escritor, Historiador y  Bloguero Erótico Palabras como Labios 

 

 

[caption id="attachment_855" align="alignright" width="198"] Manuel Jesús Roldán[/caption]         Svetlana tenía dos graves problemas en la cama. A pesar de sus medidas de infarto, de su sensual cabellera rubia, de la rotundez de sus pechos y de la infinitud de

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