La ensaladilla rusa, qué buena compañera de viaje

Juan Bustos

La ensaladilla rusa, qué buena compañera de viaje, ensaladilla que va andando camino de las arenas, la ensaladilla que tiene un color especial, ensaladilla de nuestras entretelas, que tenemos una ensaladilla «güena» que no nos la merecemos. Ensaladilla antes de salir de nazareno, antes de irte de feria, con el botellín o con el tinto y la casera. En la barra, de tapita, antes de ir a los toros y antes de ver el partido de fútbol en el «Jamaica» o en «La Chicotá», qué buena amiga esta tapa, es tela de buena gente y socorrida siempre. Para los niños, para los mayores y para el que no le gusta nada de lo que hay en la carta: “niño, una de ensaladilla mismo home, que hoy no tengo ganas de na…”

Esos templos de la ensaladilla rusa, esos lugares de culto, donde hasta los picos le hablan de usted a la señora tapa, qué buena presencia, que señorío y que saber estar cuando aparece el plato con el manjar por antonomasia. Ahí no te equivocas y lo sabes. La confianza es plena y nada es igual después de un buen plato de ensaladilla rusa, lo demás sobra ya.

Nada como pedirla en Mariscos Emilio, en la calle Génova, en el Savador o Sevilla, como la quieran llamar (dice la sevillana). El camarero sabe que se la juega y el ceremonial es perfecto, la presentación y el sabor, solo falta la banda Tejera detrás del operario de turno a los sones de “Plaza de la Maestranza” y salir desmonterado del lugar diciendo a gritos aquello de ¡¡¡Ensaladillas habrá pero como tú ninguna!!!

Puede también acudir a Donald, en Canalejas, con Mariano al frente y con esos camareros elegidos tras riguroso casting de nuestro apreciado ODER. Serios, tanto que parecen acaban de salir de un cabildo de la Quinta Angustia.

El cocinero sabe que se la juega en cada tapa y tiene un ojo de buey por el que mira la carita del cliente, siempre de felicidad cada vez que la prueba. Donald es el observatorio por antonomasia. La ovación a su ensaladilla es lo habitual.

Allí no se equivoca tampoco, nuestro manjar es un deleite desde la presentación, el sabor y hasta el arrastre del último pico en la mayonesa. De allí sale el personal de costero a costero camino de Montserrat, o de lo que toque ese día.

Esos lugares de nuestra ciudad en los que la ensaladilla rusa es un privilegio, tantos y tantos conocidos, en el centro, arrabal o periferia, y esos tantos a los que no conocemos pero que honran a diario a la mejor tapa que tuvimos la suerte de conocer.

Y honor también a los GOES, cuerpo de élite del ODER, capaces de estar allá donde se les necesite para cuidar algo tan ruso pero tan nuestro como la ensaladilla. Ellos, junto al presidente, honorable Antonio Casado, nos han enseñado a huir de aquellos lugares en los que la amada ensaladilla es maltratada con moldes, bolas de helado y ordinarieces semejantes. Gracias por todo, por tanto.

Juan Bustos
Periodista en RTVA
Director de El Pelotazo en Canal Sur Radio

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